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Galgos o podencos

      El debate generado en estos días como consecuencia de la tímida reforma constitucional pactada entre los dos grandes partidos nacionales, ha girado principalmente en torno a si era conveniente o necesario haber consultado esta decisión mediante referendum popular.

      El batiburrillo de partidos y corrientes políticas nacionales, inmerso en su fundamentalismo democrático, tiene una peligrosa tendencia a la parálisis estupefaciente en aras de un imprescindible consenso; ha ocurrido con muchos asuntos de vital importancia, en especial con el del acuerdo laboral, asunto manido hasta la náusea.

      Pero ocurre que el caso de la reformita constitucional por la que se trata de limitar el gasto de nuestras manirrotas 17 españas no es sino un intento de remediar el desenlace de la vieja fábula de los galgos y los podencos, en la que un par de liebres se detienen a discutir si la feroz jauría que les persigue es de una u otra raza canina. Es así que ayer, apenas nos ponemos a correr de nuevo, cuando empezamos a sentir en el cogote el aliento de los perros con bajadas en la bolsa y subidas en la ya famosa prima de riesgo.

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