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Bancos

El sistema capitalista (el único sistema económico viable para las comunidades humanas conocido hasta el momento) debe basarse necesariamente en la existencia de una elite poderosa de carácter hereditario, verdadero poder fáctico que influye decisivamente en todos los órdenes sociales e institucionales cuando no los domina por completo, en una burguesía de nuevos ricos que han conseguido medrar por razones diversas, y en un inmenso grupo de individuos masa que en diferentes épocas o territorios han recibido nombres tales como: plebeyos, siervos, vasallos, súbditos, etcétera, términos descarnados y ajustados a la realidad. En nuestra época donde se impone el eufemismo y la imagen mentirosa, el poder de toda la vida ha sido imantado por el dinero, y el arma sofisticada que se ha empleado masivamente las últimas décadas ha sido el crédito que se ha ofrecido al plebeyo moderno (el ciudadano u hombre masa de Ortega) con el fin de atraparlo en una tela de araña consumista. Este nuevo vasallo al que se ha convencido de ser poseedor de todo tipo de derechos, se le ha tentado, seducido y empujado hacia el deslumbrante mundo del consumo echando mano del crédito, de forma que mediando cajas, bancos, financieras y engendros del mismo tenor, se consigue que al adquirir un coche este sujeto pague finalmente dos, o que al comprar su anhelada casa, afloje el precio de tres, eso sí, cómodamente, en treinta o cuarenta años. La elite se ha vuelto tan avariciosa que ha atrapado en su red algo que no puede digerir, y el modelo del siervo moderno como pieza de engranaje con casa-coche-vacaciones-hipoteca ya no sirve. Es hora de volver a la cruda realidad y retomar a los sabios clásicos, para esta cuestión en particular es imprescindible Diógenes de Sínope.

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