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Orgullo y pasión

Aquí tenemos la inverosimil historia de un oficial inglés que en la España ocupada por las tropas napoleónicas se pone al mando de una horda de desarrapados ibéricos para trasladar un cañón feo de grande hasta la ciudad de Santander, pero sin saber muy bien por qué, salen de Santiago de Compostela, pasando por la Ciudad Encantada de Cuenca, montando un campamento justo debajo de un grupo de molinos de viento a todo trapo en la Mancha, para recalar poco después en el Monasterio de El Escorial, llegando finalmente a las puertas de Ávila. En semejante periplo tendrán tiempo para montar una fiesta flamenca con cinco guitarristas cinco, en lo que parece un poblacho zamorano, asistir a un improvisado rejoneo y disfrutar de una fantasmal y surrealista procesión de Semana Santa. Los diálogos tienen perlas de este estilo: "cómo son estos españoles, algo les impulsa a empapar su tierra con su propia sangre" o "este gente sabe morir". Siendo todo esto razón suficiente para dejar boquiabierto al más curtido cinéfago, lo más alucinante es que no se mueva un sólo pelo del peluquín de Sinatra bajo unos molinos de viento que giran ferozmente.

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